96 273 07 61 info@peldanea.com

En la Vall de Laguar (comarca de la Marina Alta, Alicante), a unos 500 metros de altitud, se encuentra el Barranco del Infierno (Barranc de l’Infern). Una ruta de senderismo de gran atractivo, rodeada de parajes naturales de ensueño. Es, sin duda, una de las grandes maravillas de la historia de las escaleras valencianas. Hoy, te mostramos algunos de sus detalles en Peldañea.

Con 6.873 escalones y 15 kilómetros de ruta circular, el Barranco del Infierno cuenta con tres bajadas y subidas, cuyo desnivel lo convierten en uno de los barrancos más adrenalíticos del país.

Además, en todo el recorrido, el visitante puede encontrarse con cuevas, despoblados y fuentes, que hacen del paraje del Barranco del Infierno la Catedral del Senderismo. Rocas y flora se entremezclan para dar como resultado el recorrido más espectacular.

La escalera del río Girona

El Barranco del Infierno es, en realidad, una escalera construida en torno al cauce de un río, el Girona. Un río que nace en la Vall d’Alcalà (Valle de Alcalá) y pasa por la Vall d’Ebo (Valle de Ebo). Es allí donde ya empieza a denominarse Barranco del Infierno. Sin embargo, su parte más dura, peligrosa y ante todo espectacular es en el Valle de Laguar.

Historia del Barranco del Infierno

Al hablar del origen del Barranco del Infierno, hemos de remontarnos a época morisca. De hecho, fue el último reducto de los moriscos valencianos antes de su expulsión definitiva en 1609. Un gran número de moriscos rebelados (suponían hasta entonces el 90% de la población del lugar) se negaron a abandonar su tierra natal. Estos combatieron a su invasor, que se creía a sí mismo legítimo.

El Barranco del Infierno fue uno de esos puntos. A pesar de todo, fueron derrotados en la parte más alta de la sierra del Cavall Verd (Vall de Laguar).

Fueron los moriscos, siglos atrás, los que habrían realizado tan larga escalera, aprovechando las posibilidades naturales del lugar. El objetivo: acceder a sus terrenos agrícolas, sus famosos bancales, donde cultivaban, fundamentalmente, higos, aceitunas, almendras, uva y algarrobas. Utilizaban el abancalamiento para poder cultivar, reteniendo el suelo y el agua, en terrenos de secano.